No son mayores de edad, pero son los verdaderos jefes de la familia. No son delincuentes comunes, pero pegan, amenazan, roban, agreden psicológicamente... Son los protagonistas del llamado "síndrome del emperador", un fenómeno de maltrato de hijos a padres que se ha instalado con fuerza en la sociedad.
¿Qué puede ocurrir en la personalidad de un niño para que llegue a agredir a sus padres?
Los expertos señalan innumerables causas genéticas, familiares y ambientales que ayuden al desarrollo de este síndrome.
En familias no marginales, el origen de este trastorno no está en los padres, asegura Vicente Garrido, psicólogo criminalista y profesor titular de la Universidad de Valencia: "Muchos de estos padres no son permisivos, ni tampoco negligentes, y no provienen de un contexto marginal. Son de clase media y se han ocupado de sus hijos. Otra cuestión diferente es si podrían haberlo hecho mejor.
El elemento esencial del síndrome del emperador es, la ausencia de conciencia: "No hay sentimiento de vinculación moral o emocional, ni con sus padres ni con otras personas o instituciones", aunque a veces pueden establecer lazos de amistad por conveniencia. Excluye de este síndrome a los niños que han vivido episodios de violencia doméstica, los que sufren esquizofrenia y también los malcriados.
Según Garrido, son niños que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones morales.
La genética interacciona con el ambiente, pero en algunos casos su peso se hace sentir más, afirma
Javier Urra, autor de otro libro (El pequeño dictador) y psicólogo de la Fiscalía de Menores del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, discrepa de las tesis de Garrido: "La herencia marca tendencia, pero lo que cambia el ser humano es totalmente la educación, sobre todo en los primeros años, en los primeros meses y días, incluso antes de nacer, es muy distinto si eres un hijo deseado o no, si eres un padre relajado o agresivo".
En la etnia gitana, explica, es imposible que un hijo pegue a su madre, pero en España "algunos psicólogos y pedagogos han transmitido el criterio de que no se le puede decir no a un niño, cuando lo que le neurotiza es no saber cuáles son sus límites, no saber lo que está bien y está mal.
El factor clave a tener en cuenta para saber si hay algo más que carencias educativas es, según Garrido, si aparecen o no rasgos de personalidad como la insensibilidad emocional, falta de conciencia, falta de empatía y ausencia de culpa.
LA PERSONALIDAD ES DIFÍCIL DE CAMBIAR, PERO NO EL AUTOCONTROL.
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